domingo, 31 de julio de 2011

fué un bonito veintinueve.

Sigues engañándote cada día que pasa, intentando creer que ya lo olvidaste y que nada te importa de él. Sigues corriendo sin mirar a tu alrededor, y no te das cuenta de que es hora de aflojar, darle al pausa y mirar todo lo que te has saltado, todo los errores que has cometido creyendo que eran victorias. Sigues sin darte cuenta de que ahora correr no sirve de nada, que mirar al lado no es perder el tiempo, no te quieres dar cuenta de que le quieres, de que no puedes olvidarlo, que aunque halla pasado algún tiempo, no es el suficiente para olvidar todas esas tardes de verano junto a él, ni esos besos, ni cuando mordía tu labio inferior. Ese cosquilleo cuando lo mirabas de reojo, ni cuando se acercaba lentamente para besarte, jamás te acostumbraste a que aquello no sería para siempre, pero la vida es así. Lo que queda, se queda ahí. Y es la hora de andar, despacio, pero andar. Poniendo barreras a tu alrededor y los brazos hacia delante para mortiguar cada caída. Y si es necesario caer en el mismo sitio que la última vez. Ya no vale de nada engañar, grita. . . le quieres, no puedes ocultarlo siempre. Y créeme, él se da cuenta cuando te ve, que le sigues mirando con la misma mirada, esa que grita ¡bésame!. Pero de lo que no te das cuenta tú, es de que ya no va a venir corriendo a besarte. Que las cosas cambiaron, que el te quiero ya es en vano. Que ya él no es para ti, que se cansó de tus besos, que para él las tardes ya se esfumaron, pero que solo tú puedes recordar que aquellas tardes fue lo mejor de el verano.

2 comentarios: